Amemos
al Sagrado Corazón de Jesús. Esforcémonos porque esta devoción triunfe
auténticamente en todos los hogares, en todos los ambientes y sobre todo en
todos los corazones. Sólo así conseguiremos reformar al hombre contemporáneo.
Plinio Corrêa de Oliveira
En
Honor al Mes del Sagrado Corazón de Jesús ponemos a consideración de todos los
devotos de la Santísima Virgen de El Buen Suceso un hecho extraordinario como
todos los que circundan esta singular devoción.
Se
trata de una visión que tuvo la Sierva de Dios Madre Mariana de Jesús
Torres, dos meses y medio antes de su partida
al Cielo junto a Aquella que era la “Estrella de su mar proceloso”.
Podrá
el lector aquí apreciar cómo esta premonición sería una Providencial clarinada
anunciando que una devoción sin par prontamente sería dada a conocer a los
hombres, esparciéndose a través de los siglos por todo el orbe católico.
Devoción tan sublime a aquel “Corazón que
tanto amó a los hombres, que no ahorró nada hasta agotarse y consumirse y que no recibe en reconocimiento de la mayor
parte de ellos sino ingratitud”.
Consagración del Ecuador al Corazón de Jesús |
Coronando
de buena forma este artículo, al final del mismo publicamos el texto íntegro de
la Consagración del Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, hecha por el mayor Estadista del Siglo XIX, unos de los
Mártires de nuestro Continente y el más grande Presidente ecuatoriano, don Gabriel García
Moreno, el 25 de Marzo de 1874.
Visión
en el día de los Difuntos
El
2 de Noviembre de 1634, la Madre Mariana rezaba desde muy temprano al Sagrado
Corazón de su Divino Esposo, pidiendo por las santas almas que expiaban sus
faltas en el purgatorio. Y con austera penitencia ansiaba lograr la
introducción final en el Cielo de un número considerable de ellas, alargando
sus oraciones hasta las tres de la madrugada.
Una
hora después, a las cuatro, se iniciaba en el Convento el rezo del Oficio
Parvo, en medio del cual y sin con esto motivar la más mínima distracción,
Nuestro Señor le mostró las penas de las almas en el purgatorio, y sobre todo las
de las almas religiosas, quienes padecían con mayor intensidad y profundidad,
conforme la importancia de su vocación, pues
“a quien mucho se le da, mucho se
le pedirá”.
Luego
de recibir la Comunión, la Madre Mariana
pudo contemplar al Corazón de Jesús lleno de abundantes y pequeñas espinas que
lo atormentaban cruelmente provocando al Redentor llantos, quejidos y suspiros
de dolor inimaginables.
Esta
dolorosa visión provocó en la Madre Mariana, quien temblaba de doloroso
amor, un impacto tal pues a su saber,
las pequeñas y tan hirientes espinas que atravesaban el Corazón de Jesús
diferían de las gruesas y largas puntas que los evangelios señalan al narrar la
Coronación del Rex Judeorum.
La
santa Fundadora del Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito, que
durante toda su vida había seguido con su propia cruz los pasos de la Pasión de
Cristo, llevando tras de sí todos los dolores internos y externos, contemplaba
ahora al Corazón de Jesús atormentado terriblemente. Se preguntaba ella si
acaso no habían sido suficientes los padecimientos que obraron la redención del mundo. Por esto,
indagó de Nuestro Señor el significado de tales tormentosas aunque diminutas
espinas, a lo que el Salvador le respondió en medio de un profundo suspiro:
“¡Ay
Esposa querida! Este Mi Corazón que ahora ves punzado de crueles y muy pequeñas
espinas quedará oculto durante cierto tiempo para ser mostrado a los mortales
después de algunos siglos”.
Nuestro
Señor agregó que tal manifestación se haría por medio de un Alma religiosa en
tiempos de extrema calamidad. La Madre Mariana pudo contemplar de quien se
trataba así como la marcada soledad y los desprecios y persecuciones que en un
futuro dicha alma recibiría de las autoridades tanto fuera como dentro de su
convento.
“Las
pequeñas espinas – continuaba Nuestro Señor – significan las faltas graves y
leves de las Almas Religiosas, quienes tras ser favorecidas con una lluvia de
Gracias, optan por la indiferencia. Acusando incluso de cruel a la Providencia Divina,
abandonándome y dejándome solo. Decaerá su espíritu como una flor marchita,
clavándome con este ingrato proceder las pequeñas espinas que punzan tan
cruelmente mi Corazón”.
Extinción
de la fe en el siglo XX
Luego,
el Corazón de Jesús revelaría la grave
indiferencia religiosa que asola nuestros días así como la falta de entrega de
todos quienes en menor o mayor medida son llamados a reencender la luz de la
fe, hoy ya casi apagada :
“Habrá
tiempos en que la teoría será moneda corriente en sabios e ignorantes, en Almas
Religiosas y aun en gente común. Se escribirán muchos libros, pero la práctica
de la virtud apenas se encontrará en contadas almas, siendo esta la causa de
escasear los santos. Precisamente por esto, caerán dichas almas en una
indiferencia fatal, cuyo hielo apagará el fuego del Amor Divino, punzando mi
Corazón con estas espinas que ves”
“Ay,
si supieras, si te fuera dado comprender el sufrimiento que me acompañó desde
la Encarnación en el Seno de mi Madre Virgen, sufrimiento motivado por la falta
de correspondencia al diluvio de Gracias
que anega a las Almas Religiosas”
“Has
de saber que la Justicia Divina suele descargar terribles castigos a naciones
enteras, no tanto por los pecados del pueblo, tanto por los de las personas
entregadas a la Religión, porque estas son llamadas a ser Maestros de la Verdad
y pararrayos de la Ira Divina”
Al
finalizar la visión, la Madre Mariana parecía transformada en una nueva criatura,
en un Ángel, en un Serafín, y transmitió de inmediato, como dardos encendidos,
las palabras lastimeras del Corazón de Jesús a las demás religiosas, quienes
alcanzaron tal unión espiritual que el
Convento inundándose de un inmenso amor a Dios llegó a parecer una
antesala del Cielo. Esta unión para con Dios Nuestro Señor, con toda certeza
alejaría muchos castigos de la ingrata y culpable, entonces colonia.
Consagración del Ecuador al
Sagrado Corazón de Jesús
"Este es, Señor,
vuestro pueblo. Siempre, Jesús mío, os reconocerá por su Dios. No volverá sus
ojos a otra estrella que a esa de Amor y de Misericordia que brilla en medio de
vuestro pecho, santuario de la Divinidad, arca de vuestro Corazón.
Mirad Dios nuestro: gentes y
naciones poderosas traspasan con muy agudos dardos el dulcísimo seno de vuestra
Misericordia. Nuestros enemigos insultan nuestra Fe, y se burlan de nuestra esperanza,
porque las hemos puesto en Vos.
Y, sin embargo, este vuestro
Pueblo, su jefe, sus Legisladores, sus Pontífices, consuelan a vuestro Vicario,
enjugan las lágrimas de la Iglesia; y confundiendo la impiedad y apostasía del
mundo, corren a perderse en el océano de Amor y Caridad que les descubre vuestro
suavísimo Corazón.
Cuadro Original, delante del cual se realizó la Consagración del Ecuador. Basílica del Voto Nacional |
Sea, pues, Dios nuestro, sea
vuestro Corazón el faro luminoso de nuestra Fe, el áncora segura de nuestra
esperanza, el emblema de nuestras banderas, el escudo impenetrable de nuestra
flaqueza, la aurora de una paz imperturbable, el vínculo estrecho de una
concordia santa, la nube que fecunde nuestros campos, el sol que alumbre
nuestros horizontes, la vena en fin riquísima de la prosperidad y abundancia
que necesitamos para levantar templos y altares donde brille, con eternos y
pacíficos resplandores, su santa y magnífica gloria.
Y pues nos consagramos y
entregamos sin reservas a vuestro divino Corazón, multiplicad sin fin los años
de nuestra paz religiosa; desterrad de los confines de la Patria la impiedad y
corrupción, la calamidad y la miseria.
Dicte nuestras leyes vuestra
Fe; gobierne nuestros tribunales vuestra justicia; sostengan y dirijan a
nuestros jefes vuestra clemencia y fortaleza; perfeccione a nuestros Sacerdotes
vuestra sabiduría, santidad y celo; convierta a todos los hijos del Ecuador vuestra
Gracia, y corónelos en la Eternidad vuestra Gloria: para que todos los pueblos
y naciones de la tierra contemplando, con santa envidia, la verdadera dicha y
ventura del nuestro, se acojan a su vez a vuestro amante Corazón, y duerman el
sueño tranquilo de la paz que ofrece al mundo esa Fuente pura y Símbolo
perfecto de amor y caridad. Amén". (Oración escrita por el Padre Manuel
José Proaño, S. J., coordinador
general de la preparación del pueblo ecuatoriano para su consagración al
Sagrado Corazón de Jesús el 25 de Marzo de 1874).
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