Julio de
1941. El Ecuador asistiría a una de las páginas más aflictivas de su historia.
Vientos de guerra soplaban a lo largo de este país, Relicario de América. La
invasión en la frontera por parte del Perú volvía inminente un conflicto bélico
de trágicas consecuencias, en medio de un otro, de alcance internacional , el
cual ya dejaba tras de sí secuelas de muerte y de horror sin par en la
historia: la segunda guerra mundial.
En sus
apariciones en Fátima, la Santísima Virgen denunciaba los enormes pecados de la
humanidad y apelaba a su conversión y a la penitencia, caso contrario Dios
descargaría su Ira sobre el mundo. “La Primera Guerra
Mundial terminará pronto. Sin embargo, si la humanidad no deja de ofender a
Dios, vendrá una guerra peor, en el Reinado de Pío XI”, revelaba la Madre
de Dios a los tres pastorcitos en Julio de 1917. El mundo hizo caso omiso al
maternal apelo de María, y por el contrario, las naciones se fueron hundiendo
cada vez más en el fango de las peores ofensas a Dios y el Ecuador no era la
excepción.
El Padre
Benjamín Ayora y Cueva, canónigo teologal y capellán de la Santísima Virgen de
El Buen Suceso de Quito en la mitad del siglo pasado, se refería en estos términos a la situación moral de
los ecuatorianos a inicios de los años 40:
“Muchos,
muchísimos de nuestros coterráneos, especialmente gran parte de la juventud, y
de ambos sexos, le han vuelto las espaldas al Divino Corazón, y se han hecho
descreídos, lanzándose por el atajo de la indiferencia religiosa; además por
las modas obscenas y provocativas al pecado de muchas señoras y señoritas;
finalmente por la codicia, raíz de todos los males, y que carcome las entrañas
del alma de mucho ricos y ricas ecuatorianas. Fuera de toda duda, me parece
estar, que Dios nos quiere castigar a la hora presente”.
A nivel
mundial, los pedidos de Nuestra Señora de Fátima cayeron en saco roto, y el
castigo tocaba a las puertas. Aun así, quiso Ella evitarlo hasta el final: en
enero de 1938, los cielos de Europa asistían a la “noche iluminada por
una luz desconocida ("sabed que es la gran señal que Dios os da de que va
a castigar al mundo por sus crímenes, por medio de la guerra"). Los
escépticos de la época la calificaron como una simple aurora boreal! El aviso
misericordioso de la Santísima Virgen estaba dado y los hombres lo desecharían.
Un año después...la guerra estalló. ¿Sería distinta la situación entre el
Ecuador y el el país con el cual arrastraba un vieja disputa?
“Un
conflicto bélico es sin duda el flagelo más espantoso y sangriento con el que
Dios puede castigar a una nación, decía el Padre Ayora, acrecentando que habiendo sido dado a David el
escoger entre la guerra, el hambre y la peste, éste sin vacilar escogió la
peste, para librarse de la guerra y del hambre. La guerra es un monstruo
infernal de fauces descomunales, que se engulle a los hombres por millones y
bebe, a torrentes, sangre humana”. Y sin querer restar méritos a las causas
humanas que empujan las naciones a una guerra, el religioso lojano deja muy
claro que la causa verdadera es el pecado.
Ahora bien,
si precisamente el pecado había atraído para el mundo la muerte y la
destrucción sin precedentes, nace una sana pregunta: una guerra con todas sus
devastadoras consecuencias no contradice acaso la misericordia divina? El Dr.
Plínio Corrèa de Oliveira hace una interesante explicación al respecto:
“Cuando
miramos a este mundo pecador, gimiendo en las torturas de mil crisis y de mil
angustias, y que a despecho no hace penitencia: cuando consideramos los
progresos aterradores del neo paganismo, que está en vísperas (…) de ascender
al gobierno de la humanidad entera, nuestro espíritu se estremece en la
previsión de las catástrofes que acumula sobre sí misma la impiedad obstinada
de esta generación…!
“Hay
algo de liberal o luterano en imaginar que tantos crímenes no merecen
castigo, y que una tal apostasía de las masas se operó por un mero error
intelectual, sin que constituya un grave pecado para la humanidad. La realidad
no es esa. Dios no abandona a sus criaturas y si éstas se encuentran lejos de
Él, la culpa sólo les puede caber a ellas y no a Dios…”
Ante la
obstinación humana se vuelve entonces necesario aplacar mediante la penitencia
la Justicia regeneradora de Dios.
“Una humanidad perseverante en su impiedad, agrega el Dr. Plínio, todo lo puede esperar de los
rigores divinos. Más Dios que es infinitamente misericordioso, no quiere la
muerte de esta humanidad pecadora, pero sí “que ella se convierta y viva”. Y por
eso su gracia busca insistentemente a todos los hombres, para que abandonen sus
pésimos caminos y vuelvan al regazo del Buen Pastor”
Precisamente,
para el Ecuador de 1941, se hacía urgente ir en la búsqueda de esa gracia y
ésta no tardó en inspirar con su suave voz: era necesario recurrir a Nuestra
Señora, la “omnipotencia
suplicante” y rogar por su
intercesión, pues, acrecienta el Dr. Plínio, “es
Ella la abogada de los pecadores. Nuestro Señor es Juez. Y por mayor que sea su
misericordia, no puede también dejar de ejercer su función de Juez. Nuestra
Señora en cambio, sólo es abogada. Y nadie ignora que no es función del abogado
otra cosa sino defender al reo. Por tanto, tenemos en el Cielo una abogada
omnipotente, en cuyas manos se encuentra la llave de un océano infinito de
misericordia”.
“Cundirán en estas tierras varias
herejías y reinando ellas se apagará la luz preciosa de la fe en las almas por
la casi total corrupción de las costumbres…”*
Así, a
partir del día 24 de Julio se dio inicio en Quito, a un Triduo en Honor de
Nuestra Señora de El Buen Suceso, colocando a sus Pies tan sólo una intención:
la protección para con el Ecuador. Ponemos a su consideración algunos trechos
de los sermones pronunciados por el Padre Benjamín Ayora durante aquellos tres
días, desde el púlpito de la Iglesia de la Inmaculada Concepción, exhortaciones
caracterizadas por el ardoroso celo de los predicadores de otrora y que hoy en
día son prácticamente una que otra excepción. Prevenimos al lector que el
canónigo se refería a la situación espiritual de las almas de hace 72 años. Si
aún estuviese entre nosotros, la pregunta no se haría esperar: ¿qué diría él de
la situación actual? He aquí parte de sus homilías:
“Porqué nos
quiere castigar tan cruelmente el Sagrado Corazón de Jesús?, Dueño de todos los
pueblos y naciones del Orbe?, permitiendo que nos enrolemos en una guerra
inevitable por una parte y desigual por otra?...¿cómo nos libraremos de este
formidable azote?...”
“El
indiferentismo en materia de religión en casi todas las esferas y sectores de
nuestro organismo social…el aniquilamiento, la esterilidad, la pérdida, la
muerte del hábito de la Fe, de la virtud infusa de la Fe, de la potencialidad
de la Fe; sin esta virtud nadie puede salvarse…”
“Muchísimas
naciones católicas como la nuestra recibieron la virtud infusa de la Fe, pero
no correspondieron a esa gracia, recibieron un talento – en alusión a la parábola
evangélica – pero lo
escondieron, es decir, no trabajan ya adultos sobrenaturalmente, absolutamente
nada, sino que se entregan al ocio espiritual, se dejan arrastrar de los
escándalos del mundo, dan rienda suelta a sus pasiones , atropellan la Ley
Santa de Dios, hacen burla y escarnio de sus sacramentos, de su culto, de las
prácticas y observancias católicas; estas almas dejaron estéril completamente
el hábito de la Fe, mataron la Fe, y muerta la Fe en su alma no produjeron sino
obras de muerte;
(como
resultado) sostienen
que todas las religiones pueden ser abrazadas…y que el mortal puede
arrodillarse ante Jesús Sacramentado, ante Buda, ante Mahoma, ante Lutero, todo
culto es admisible..! Qué horror, carísimos oyentes! Qué aberraciones! Qué
dislates! Esta herejía funesta ha inficionado, en gran parte, el ambiente moral
del Ecuador, no lo podemos negar, lo estamos viendo a diario; lo palpamos como
con las manos, en el seno de nuestra sociedad”
“En esos
tiempos estará la atmósfera repleta del espíritu de impureza, el que a manera
de un mar inmundo correrá por calles, plazas, sitios públicos, con una libertad
asombrosa, de manera que no habrá en el mundo almas vírgenes; no habrá
inocencia en los niños ni pudor en las mujeres:..”*
Ya en 1917,
Nuestra Señora de Fátima advertía al mundo sobre el relajamiento de las
costumbres y de la modestia. La beata Jacinta Marto le indicó a una de sus
confidentes que “vendrán unas modas
que ofenderán mucho a Nuestro Señor”. Sobre
este mal el Padre Ayora no se ahorra nada en sus prédicas:
“La segunda
causa de nuestro malestar moral, provocativo de las iras divinas contra
nosotros, lo constituyen las modas obscenas, que sin rubor cristiano y con un
cinismo desafiante han sentado sus reales en nuestra sociedad”
“…Aquellas
modas indecentes e inmorales, que echan a rodar el pudor y la modestia, los
cuales son los velos con los que la mujer cristiana, después del Evangelio, se
presenta cubierta al mundo como Reina del hogar, que son los escudos de acero
contra los que se hacen añicos los dardos lanzados contra ella de parte del
libertinaje y del amor libre; esas modas que relajan en las niñas los
sentimientos cristianos de honestidad, por las dimensiones diminutas del
ropaje; hablo de esas modas, que alegan para su estrechez ridícula y escandalosa,
la crisis económica del país: esas modas relajan las costumbres cristianas,
paganizan a la mujer y a la joven católica, y provocan la cólera de Dios…”
“Tan mundana
y libertina se vuelve la joven dada a esas modas obscenas, que no teme
escandalizar a los adolescentes y niños, y haciendo gala de impudicias por las
calles, plazas y parques de la ciudad, llega a ser cómplice de tantos pecados…”
“Pues bien,
estos desafíos públicos a la moral cristiana, ya que no pueden calificarse de
otro modo las modas obscenas y sus consecuencias, atraen sobre las sociedades,
los castigos del cielo, en forma de diversos flagelos, pues la sanción divina
no puede dejar de lanzarse, contra los transgresores de la Ley Cristiana; Las
causas de las guerras del pueblo de Israel con las naciones colindantes de la
Palestina, no fue otra que la relajación de costumbres entre los judíos, a
pesar de las amonestaciones de los profetas. Los judíos, duros de cerviz y de
corazón, no oyeron a los Profetas y las guerras cayeron sobre ellos. Guerras
sangrientas, formidables, desoladoras. Así castigó Dios la relajación de
costumbres en la Judea… ¿Porqué no podrá lanzar hoy, un castigo parecido, sobre
nuestro país, nuestro Ecuador?”.
“Cuando
las tribulaciones de espíritu y los padeceres del cuerpo parecieren oprimir y
hacer naufragar en ese mar sin fondo, una mirada a mi Sagrada Imagen será como
la estrella del desamparado, pronta a escuchar sus gemidos y calmar sus
llantos; Esta devoción será el pararrayo entre la Justicia Divina y el mundo
prevaricador, para impedir que se descargue sobre esta tierra culpable el
formidable castigo que merece.”*
Ciertamente
las palabras del Padre Ayora sonarán fuertes para más de uno quién las leyere,
esto no es sino fruto del laicismo imperante que deformó las fibras más
auténticas del católico de hoy acostumbrado a escuchar tan sólo palabras de
amor y candor, mal entendidos por cierto, privándolo de escuchar palabras que
motiven una verdadera conversión y arreglo de vida.
“Qué hay de
mejor, acota el Dr.
Plínio Corrêa de Oliveira, que
se pueda mostrar a esta humanidad pecadora, a la cual, si no se le habla de
Justicia de Dios, se embota cada vez más en el pecado, y si se habla de ella,
desespera de la salvación? Mostremos la Justicia: es un deber cuya omisión ha
producido los más lamentables frutos. Al lado de la Justicia que hiere a los
impenitentes, nunca nos olvidemos sin embargo de la Misericordia, que ayuda al
pecador seriamente arrepentido abandonar el pecado, y así, a salvarse”
Justamente
mostrando la misericordia divina es que el Canónigo Ayora encierra una de sus
más fogosas predicaciones luego de narrar las causas – aquí expuestas – sobre
las verdaderas causas morales de los flagelos y castigos que Dios lanza sobre
las naciones culpables:
“Quién nos
puede librar de esa sanción divina, que a las veces se ostenta desgarradora,
espantosa, sangrienta, irremediable…?“
“De esa
sanción justiciera, sólo nos puede salvar María Santísima, las miradas de
María, los ojos de María, vueltos hacia nosotros, llenos de misericordia para
ver nuestras miserias y vueltos al cielo, derramando lágrimas para implorar
perdón y olvido por nuestros crímenes y pecados: Illos tuos misericordes óculos
ad nos converte: “vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos”.
Y Nuestra
Señora volvió sus ojos hacia nosotros…
El día
domingo 27 de Julio de 1941, al día siguiente de haber terminado el triduo en
su Honor, la Portentosa Imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso, colocada en
el Altar principal de la Iglesia perteneciente al Convento de la Limpia e
Inmaculada Concepción de Quito, parpadeaba milagrosamente delante de los
fieles, allí apostados, y su rostro se iluminaba y mudaba de colores
celestiales. Increíblemente, los constantes movimientos en los Ojos de la
Imagen se extendieron hasta las tres de la madrugada del siguiente día.
El diario El
Universo, en su edición del lunes 28 de julio de 1941 refería que en la tarde
era tal el número de personas que pugnaban por ingresar a la iglesia en pos de
querer presenciar el prodigioso hecho que fue necesaria la intervención militar
pues se tornaba imposible lograr más cabida en el templo. Por la noche, incluso
quisieron derrumbar la puerta en su afán de asistir al milagro.
La noticia
se regó como pólvora. Todo el pueblo quiteño convergía en distintas horas en el
Convento de las Madres Conceptas. Y la acción de Nuestra Señora en los
corazones comenzaba a dar sus frutos en los más obstinados, entre estos, ateos
e incluso masones. Una señora testigo del Milagroso portento, aseveró haber
visto a la Sagrada Imagen a una distancia de dos metros en unión de su esposo,
acotando que éste quién era militar y masón estuvo a punto de desmayarse,
porque comprobó una cosa que él nunca había creído. Manifestó la señora que
tuvo la dicha de asistir presencialmente al grandioso suceso que contribuyó a
la conversión de su esposo quien al llegar a su casa le pidió que le acompañara
a rezar, lo cual ambos hicieron de rodillas, jurando el militar conseguir que
sus compañeros de la Logia se conviertan a la religión Católica.
Muy impresionante resulta el relato de una
otra Señora, Isabel de Ramírez quien en compañía de tres familiares y su
sirvienta llegaron por la noche a la Iglesia de la Concepción, atraídas por la
novedad del suceso y colocándose muy cerca de la Sagrada Imagen experimentaron
algo extraño."Una especie de neblina, relata doña Isabel, cubríale a la Imagen, neblina que
poco a poco se iba extinguiendo, apareciendo entonces la Santísima Virgen
rodeada de un resplandor, que se puede llamar sobrenatural. Su rostro
hermosísimo y bañado de una iluminación nunca vista, mantenía los ojos muy
abiertos y una mirada dirigida hacia el cielo, en actitud de súplica. Actitud
fuera de lo normal, ya que la Imagen siempre ha conservado los párpados medio
cerrados con la mirada hacia abajo..."
"Después
de unos instantes de devota observación, noté Oh, asombro! que la niña de sus
ojos junto con los párpados los colocaba en su natural posición. Este hecho se
repitió una y otra vez, con intervalos de unos pocos minutos: Lo constaté.
Igual milagro tuvo la dicha de presenciar toda mi familia"
Otro
testigo, don Rafael Pérez, así testimoniaba: “Durante
toda mi vida fui descreído. Los milagros de los Santos nunca los tuve por
verídicos, y siempre he pensado que son invenciones de los curas para explotar
el sentimiento religioso del pueblo sencillo y creyente. Más el domingo por la
noche a eso de las ocho y media salí a darme vueltas cuando bajando por la
calle Chile, vi un gentío enorme que me hizo suponer que se trataba de una
nueva manifestación patriótica contra la invasión.
Llegué a
dicha esquina cuando vi que el gentío se arremolinaba tratando de entrar en la
Iglesia de la Concepción. Una señora me explicó que adentro la Imagen de la
Virgen de El Buen Suceso estaba realizando un milagro. En mi afán de comprobar
el hecho, ingresé en el templo abriéndome paso con dificultad y situándome lo
más cerca de la imagen, experimenté una sorpresa sensacional. Observé que una y
otra vez la Virgen alzaba los ojos al cielo y los bajaba. Me pareció
simplemente una ilusión óptica y refregándome los ojos, los clavé nuevamente en
los de la Virgen y después de una comprobación serena de una hora, quedé
convencido de la veracidad de este grandioso suceso”.
Es valioso
anotarr que no sólo “los sencillos” asistieron al Milagro. Hubo también
atestiguamientos de dignísimas y honorables familias de la sociedad quiteña,
así como de canónigos, sacerdotes, carabineros y militares y que por motivos de
espacio por ahora omitimos.
“Esta imagen
veneranda - declaraba
el Padre Ayora, Capellán de El Buen Suceso, poco tiempo después del
Milagro - hechura de los
ángeles, abrió con avidez sus ojos, los esparció por los ámbitos de este
templo, y los dejó ver, así notablemente abiertos, de varias personas. Yo también
tuve esa dicha. Y al abrir sus virginales ojos, como para fijarse en Quito y la
República entera, su rostro se ponía encantador y sonreído. Pudo vernos con
miradas de amor, de ternura y compasión como moradores de esta república que
fue la primera en consagrarse a Jesús. Mirándonos amenazados de un castigo
pavoroso que en breve podía caer sobre nosotros, todo eso pudo significar ese
abrir y cerrar de los ojos de esta Sagrada Imagen”
Han
transcurrido setenta y dos años del Milagro del 41, como se lo conoce desde
entonces. Y las costumbres y el proceder del Ecuador y del mundo entero delante
de Dios no hicieron sino empeorar, y terriblemente, evidenciando una decadencia
mayor que aquella que precedió la caída del imperio romano. Concluiremos este
artículo que dedicamos como tributo filial a la Estrella del mar proceloso de
nuestras vidas, y como corolario, con las siguientes interrogantes y su consiguiente
respuesta por parte del Dr. Plínio:
“¿No habrá
entonces para la humanidad otro desenlace sino desaparecer en un diluvio de
lodo y de fuego? No se podrá esperar para ella otro futuro en este siglo sino
un ocaso ignominioso en que la impenitencia final será castigada por los
flagelos supremos, prenunciados por la Escritura como indicios del fin del
mundo?”
“Si Dios
dejase actuar exclusivamente su Justicia, sin duda. Pero como Dios no es apenas
justo, sino también misericordioso, no se cerró aún para nosotros la puerta de
la salvación”.
Notas:
*: trechos de las Revelaciones de la Santísima Virgen de El Buen Suceso hechas a la Sierva de Dios, Rvda. Madre Mariana de Jesús Torres.
Los trechos del Padre Benjamín Ayora y Cueva, Canónigo Teologal de Loja, fueron tomados del Libro "Nuestra Señora de El Buen Suceso de Quito y el Conflicto Internacional con el Perú en 1941, de su autoría. Editorial Ecuatoriana, Quito, 1946-
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