Una atmósfera de santidad apacible que nacía de la augusta Reina y Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso, se irradiaba por el templo, cuatro veces centenar, del Quito colonial.
La multitud de almas piadosas, con veneración se acercaban a implorar favores y despedirse de la Reina del Cielo que en pocos momentos sería transportada al coro alto del Monasterio, a ocupar su trono de Abadesa.
Una mezcla de espíritu de recogimiento y serena confianza, fruto de la certeza de que la excelsa Reina siempre escucha nuestras plegarias, flotaba en el ambiente.
La Santa Misa, celebrada en latín por un piadoso sacerdote según el rito Tridentino, era seguida con veneración por la multitud de los fieles.
Finalmente, mientras las religiosas concepcionistas entonaban dentro de la clausura:
"...Salve, Salve Gran Señora
Salve Poderosa Madre,
Salve Emperatriz del Cielo,
Hija del Eterno Padre..."
...se daba inicio al traslado hasta el Coro alto del Convento, de la Venerable Imagen, realizado por los Devotos de la Virgen del Buen Suceso, hijos de Plinio Corrêa de Olliveira, con el acompañamiento de los cantos por parte de los fieles desde la Iglesia a los Claustros del Convento.
Y así, aquel buen y verdadero pueblo de Dios, que asistía a venerar a la Celestial Señora, ponía sus esperanzas en los favores del Cielo, y despedía a su Reina, que volverá a ser vista para la fiesta de La Candelaria, el día 2 de Febrero.
¡Oh! María de El Buen Suceso
Estrella del mar proceloso de mi vida mortal,
Alumbradme con Vuestra Luz para no errar
En el camino que al Cielo me conduce.