Bodas de Plata de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de El Buen Suceso

SALVE REGINA…SPES NOSTRA SALVE !




    Rosario de la Aurora, 2 de Febrero del 2012




      “Soy Madre de las Misericordias y hay en mí bondad y amor”, en estas palabras de Nuestra Señora de El Buen Suceso se exprime toda la esperanza para el mundo actual. María Santísima, es la abogada de los pecadores. Y nadie ignora que no es función del abogado otra cosa sino defender al reo. Así, decir que Nuestra Señora de El Buen Suceso es nuestra abogada implica en decir que tenemos en el Cielo una abogada y que es también Reina omnipotente, en cuyas manos se encuentran las llaves de un océano infinito de misericordia.

     En la disyuntiva actual se hace necesario creer en lo que la Virgen nos dice en sus Revelaciones. En su conjunto, las apariciones de Nuestra Señora de El Buen Suceso de un lado, nos instruyen sobre la terrible gravedad de la situación mundial y sobre las verdaderas causas de nuestros males. Y de otro lado, nos enseñan los instrumentos por medio de los cuales debemos obviar los castigos terrenos y eternos que nos amenazan. Y en ellas María Santísima deja muy claro que para evitar los castigos, es necesario que los hombres se conviertan. Y para que se conviertan, es necesario que los buenos oren ardientemente por los pecadores y ofrezcan a Dios toda clase de sacrificios expiatorios. Pero para reducir los efectos de los males actuales, además de la oración y la reparación, es necesario un tercer punto, la enmienda de vida.

     El Rosario de la Aurora en honor de Nuestra Señora de El Buen Suceso, celebrado en Quito, el día 2 de febrero del 2012 fue una muestra de fe y esperanza, en que la Reina del Cielo y de la tierra derramó sobre las almas, gracias insignes acordes a las necesidades presentes. Sin importar la hora en que se dio inicio – 5 de la mañana –, llegando de las más variadas distancias, muchos sin contar con transportación propia, desafiando al frío de la serranía generalmente más intenso al amanecer, contrarrestando ciertamente el sueño, interrumpido a primeras horas de la madrugada, miles de personas dieron  así inicio a la Procesión solemne que recorrió las calles principales del centro de la capital ecuatoriana.

Diario El Comercio, Quito, 3 de Febrero/2012
     Precedidos por una pequeña y muy linda réplica de la Portentosa Imagen de la Santísima Virgen de El Buen Suceso, con el rosario en una mano, y un cirio en la otra, con el andar pausado, y en un orden, fruto de la gracia, los peregrinos avanzaban inmersos en una atmósfera iluminada por velas de la Candelaria y animada por fanfarrias. Todos rezando al unísono y en voz alta, llegando a lo más alto al Trono de Dios. La oración y el sacrificio de quienes asistieron, tendrían su recompensa al regreso de la Procesión a la Iglesia perteneciente al Monasterio de la Inmaculada Concepción. Allí, en el Altar Principal la regia imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso, terminada milagrosamente por los ángeles hace cuatrocientos años como que manifestaba a los fieles lo dicho por el Espíritu Santo en la Sagrada Escritura: “aunque tu padre y tu madre te abandonasen, yo no me olvidaría de ti”.

    Horas después, eran varios los que comentaban que un suave perfume se percibía luego de la Procesión. Ciertamente, era el perfume de la oración y del sacrificio que dejó su huella, pero sobretodo era el delicado aroma de la esperanza puesta por los devotos en la Santísima Virgen de El Buen Suceso.  



LOS NOMBRES DE LOS DEVOTOS DE LA SANTÍSIMA VIRGEN HAN SIDO COLOCADOS A LOS PIES DE LA MILAGROSA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE EL BUEN SUCESO 


     Esta esperanza de todos quienes asistieron al Rosario de la Aurora no podía quedar en el aire. Desde hace pocos años ha sido necesario plasmar en un papel todos los pedidos que Nuestra Señora de El Buen Suceso recibe de sus devotos. Un hecho convertido en poco tiempo en una tradición.

     Así, millares de intenciones, ya desde los días previos al 2 de febrero, fueron colocadas por los fieles en varias urnas dispuestas tanto dentro como fuera del templo de la Concepción. Peticiones tanto en el orden espiritual como material, llegadas incluso desde otros puntos del país como fuera del mismo, y que tras una breve pero muy bendecida ceremonia, fueron puestas el día 5 de Febrero del 2012 bajo el Manto de la Imagen Milagrosa de Nuestra Señora de El Buen Suceso, en su Trono Abacial ubicado en el Coro alto del Monasterio de las Madres Conceptas. Tales intenciones reposarán un año a los Sagrados Pies de la Bendita Imagen, esto es hasta la próxima fiesta de la Candelaria, el 2 de Febrero del 2013.



  MARIA SANTÍSIMA DE EL BUEN SUCESO ES NUESTRA ESPERANZA


    Podrán sobrevenir las más duras pruebas, los reveses más difíciles, situaciones que pongan en riesgo la perseverancia en la fe y en la práctica de los mandamientos, incluso embargarnos el dolor de ofender gravemente a Dios, sin embargo Nuestra Señora nos convida a cada instante a confiar extremadamente en Ella, pues sin la esperanza en Ella todo está perdido. “En estos aciagos tiempos” previstos por la Santísima Virgen a la Madre Mariana de Jesús Torres, hagamos nuestra, la confianza sin par de San Bernardo de Claraval, autor de la Salve Regina, oración de la cual hemos tomado el título del presente artículo. Confiemos y esperemos en la Madre de Dios tal como lo hiciera el insigne doctor melifluo en su plegaria, ¡Oh Dulce Virgen María!:



    ¡Dulce Virgen María de El Buen Suceso!, nuestra augusta soberana, nuestra amable Señora, nuestra bondadosísima y amantísima Madre, Dulce Virgen María! Hemos puesto en Vos toda nuestra confianza y no seremos confundidos, Os rogamos que nunca nos desampares y recuerdes que nuestros nombre están a Vuestros pies.

    ¡Dulce Virgen María de El Buen Suceso!: que entre los hijos de los hombres los unos busquen la felicidad en sus riquezas; que otros la busquen en sus talentos; que otros se apoyen en la inocencia de su vida o en el rigor de su penitencia o en el fervor de sus oraciones o en el gran número de sus buenas obras. Pero nosotros, Madre nuestra, esperaremos sólo en Vos, después de Dios, y todo el fundamento de nuestra esperanza será la confianza misma en vuestras maternales bondades.

     ¡Dulce Virgen María de El Buen Suceso! Las calumnias podrán arrancarnos la reputación y el poco bien que poseamos; las enfermedades nos podrán quitar las fuerzas y la facultad exterior de serviros; podremos perder aún ¡oh dolor, nuestra tierna Madre!, vuestras buenas gracias por el pecado. Pero nuestra amorosa confianza en vuestras maternales bondades, nunca jamás. ¡Oh no, jamás la perderemos!

     Conservaremos esta inquebrantable confianza hasta nuestro último suspiro. Todas las fuerzas del infierno no nos la quitarán. Moriremos repitiendo mil veces vuestro nombre bendito, haciendo reposar sobre Vuestro Corazón Inmaculado toda nuestra esperanza.

     Esta es nuestra gran confianza y toda la razón de nuestra esperanza.

     Si! eres Vos, oh! Madre nuestra, que después de habernos hecho compartir las humillaciones y sufrimientos de Vuestro Divino Hijo nos introduciréis en su gloria y en sus delicias para alabarlo y bendecirlo cerca de Vos y con Vos por los siglos de los siglos. Así sea



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El presente artículo está basado en escritos del insigne pensador católico, Dr. Plínio Corrèa de Oliveira, gran devoto de la Santísima Virgen de El Buen Suceso, para la revista brasileña ¨Catolicismo¨.

INVITACION AL ROSARIO DE LA AURORA - FEBRERO 2012






AVE MARIA PURÍSIMA

Rosario de la Aurora 
de la Santísima Virgen de El Buen Suceso
en el día de su fiesta





El Jueves 2 de Febrero, a las 5:00 de la mañana. 
Iglesia de la Inmaculada Concepción
- Chile y García Moreno -
A los participantes les será regalado un Rosario 
y sus nombres serán puestos 
a los pies de la Imagen milagrosa
hasta el día 2 de febrero del próximo año.
Quito - Ecuador





















Tenacidad contra los demonios y un sacrificio inmenso para la salvación de un alma





Mientras "La Capitana" confinada en la prisión, llena de odio y enloquecida hablaba al Obispo, la Madre Mariana se sentó silenciosamente en una esquina del cuarto, desde donde contempló a unos simios horribles que se acercaban a dicha monja. Sus bocas, ojos y narices vomitaban fuego vertiéndolo luego en el corazón de la rebelde y en las de sus seguidoras.

La Madre Mariana veía que esta infeliz alma y la de varias de sus adeptas, se condenarían. Para esto, Nuestro Señor se le apareció presentándole la manera de salvar a la monja rebelde de las llamas eternas del infierno que bien merecía por sus numerosos pecados, y por el daño que repercutiría en la comunidad en los siglos venideros. Para evitar su castigo eterno era necesario que la Madre Mariana acepte sufrir cinco años en el infierno para salvarla.

La heroica santa Fundadora aceptó como se verá más adelante.


La Capitana


Un día, la Madre Valenzuela, elegida nuevamente Abadesa escuchó junto a la Madre Mariana voces que venían de la prisión. La Superiora  le preguntó qué podía ser aquello.

“Madre, - le respondió la Madre Mariana - esta pobre hermana es una víctima del demonio. Vamos a asistirla y saquémosla al jardín para que no se desespere. Debemos ocuparnos de su alma”.

 Al verlas, la desgraciada criatura comenzó a correr alrededor de la prisión mientras golpeaba su cabeza contra las paredes y gritaba: ¡“Estoy muriendo! ¡Estoy muriendo! El demonio va a tomarme!". Entonces se cayó de cara a la tierra.

La Madre Mariana, llorando desconsoladamente, se acercó a la monja para levantarla. Sus lágrimas bañaron la cara de la desgraciada criatura, la cual botaba espuma por la boca, fluyéndole sangre de la nariz. Limpiándola, la frotó procurando hacerla recuperar los sentidos. Entonces le pidió a la Madre Francisca de los Ángeles que fuera a la Enfermería por unos remedios.

La Madre Valenzuela permanecía en la puerta paralizada por el pánico ante lo cual la Sierva de Dios, animándola, le dijo:

“No se preocupe su Reverencia, Jesús y María están conmigo!”


Exorcismo


Mientras la santa fundadora esperaba, notó repentinamente a dos criaturas negras agazaparse tímidamente contra la pared en una esquina del cuarto, intentando ocultarse de ella. Indignada, las increpó con fuerte voz:

“Bestias viles y abominables, qué están haciendo aquí? Vuelvan al infierno, que este es un lugar santo, una casa de oración y de penitencia. Todos sus esfuerzos por arrebatar el alma de mi hermana serán inútiles. Jesucristo murió por ella y a pesar de ustedes, la salvará. Les ordeno en nombre de los misterios de la Santísima Trinidad, de la Divina Eucaristía, de la Maternidad Divina de María Santísima y de la Asunción gloriosa de su cuerpo y alma al Cielo, que salgan inmediatamente de este santo lugar. Déjenlo, y nunca más vuelvan a atormentar a cualesquiera de mis hermanas con su abominable presencia”

Luego que pronunciara estas palabras, se escuchó un estruendo. La tierra se sacudió y gritos horribles fueron oídos. Entonces los demonios se marcharon.


Enfermedad y muerte

    
Al regresar a sus sentidos, la monja enferma estaba muy desconcertada pero empecinada, hablaría solamente con la Madre Valenzuela. Pasó una noche terrible sufriendo las crueldades de su conciencia criminal. No obstante, la envidia que sentía hacia la Madre Mariana estaba tan asentada en su corazón que no podía atreverse a pedirle perdón y mucho menos intentar estimarla.

A pedido del doctor, la trasladaron a un cuarto en donde podría ser cuidada, debido a que tenía una enfermedad contagiosa y estaba muy enferma. Las Madres Mariana y Francisca de los Ángeles la cuidaron con gran amor, dulzura y afecto. Aun así, la enferma las trató groseramente, quejándose por todo.

A pesar del cuidado y tratamiento propinado, su condición se empeoró al punto que la muerte era inminente. Sintiéndose morir, gritó en medio de una agitación terrible: “Es muy tarde para mí. No puedo (refiriéndose a la Madre Mariana) apreciarla ni perdonarla. Deseo ser salvada pero no puedo. ¡Oh! ¡Hagan que esas criaturas negras salgan de aquí! Ayúdenme, porque me llevarán!”

     Sin más remedio se aferró a los brazos de la Madre Mariana. Enseguida, las monjas llamaron a un sacerdote pero no se confesó. El clérigo se fue entristecido por esta escena de la impenitente que moría y que poco después daba su último suspiro.

La Madre Mariana sostenía el cadáver en sus brazos. Sus hermanas y cofundadoras españolas le pidieron que la acostara en la cama pero la Venerable Religiosa les respondió:

“Mis Madres y hermanas! tan pronto se olvidan del sacrificio que acepté para salvar esta alma ? Roguemos a Dios fervientemente por ella. Ahora está esperando el juicio de Dios, ya ha cometido todo el mal que ha podido. Ella vivirá otra vez. No se asusten, permanezcan en calma porque se arrepentirá y enmendará sus males por su propia voluntad. Morirá y será salvada más adelante, pero su purgatorio durará hasta el día del juicio final. Esto me lo reveló Nuestro Señor”.

Al decir esto, el cuerpo de la monja muerta tembló y abrió los ojos. Miraba todo alrededor del cuarto como si buscara a alguien. Entonces, fijando su mirada en la santa fundadora, deseó hablar pero su voz se estrangulaba en un mar de llanto. La angelical Madre Mariana secó las lágrimas con amor maternal y le habló de la confianza en la bondad de Dios. La Capitana finalmente sintió cuánto era amada.

Después de una confesión general, comenzó lentamente a recuperarse. Era ahora tan dócil como un niño y nunca deseó estar lejos de su venerable benefactora.


La Madre Mariana entra en el infierno


Tiempo después, Nuestro Señor se le apareció a la Madre Mariana, recordándole que había llegado el tiempo de que pague el precio de la salvación del alma de la Capitana. Le dejó saber que al día siguiente, después de recibir la Santísima Comunión, tan pronto como la especie sacramental se le disolviera, entraría en el infierno.

Así, un día después y antes de comulgar, sintió como si su corazón se rompiera. Intentó aferrarse a Nuestro Señor tanto cuanto sea posible, pero tan pronto como la especie divina se deshizo, sintió un dolor terrible como si el alma se arrancara de su pecho. A partir de ese momento se volvió totalmente insensible a Dios.

Permaneciendo cinco años bajo el estado de un alma condenada, perdió la noción del tiempo y estaba convencida que aquello duraría eternamente. Su sublime amor para Dios y su Santísima Madre había ahora cambiado por sentimientos de repugnancia y desprecio.


Mientras tanto, su alma sufrió todos los tormentos de un condenado, sus cinco sentidos corporales fueron empapados en una increíble tortura. Su cuerpo parecía cuál brasa que ardía intensamente quemándose sin ser consumido en medio de dolores inimaginables. Sus ojos contemplaron las escenas infernales más horribles mientras que las blasfemias más atroces asaltaron constantemente sus oídos. Su sentido del olor fue plagado por toda la inmundicia humana, y su sentido del tacto fue atormentado por filosas puntas que se introducían hasta lo más profundo de su cuerpo. Su paladar fue torturado por un gusto horrible desconocido, mientras que los demonios derramaban azufre derretido debajo de su garganta. Al mismo tiempo, los demonios golpeaban sus cabezas al punto de derramar sus sesos sobre ella, incitándola así a la cólera, a la desesperación y a la blasfemia.

Sufrió todo esto mientras llevaba su vida diaria en el Convento. Nunca abrió sus labios para quejarse ante la comunidad. Más bien seguía siendo un ejemplo perfecto de dulzura, humildad y obediencia. Solamente el sacerdote franciscano que la dirigía y las otras fundadoras sabían lo que la Madre Mariana padecía, y rezaban por ella incesantemente.

La única muestra exterior de sus sufrimientos en el infierno era que sus mejillas, normalmente atractivas y sanas, realzando su belleza natural, perdieron su color y se pusieron pálidas. En extremo, era ella un cadáver que deambulaba.


Muerte de la Capitana


Cinco años más adelante, mientras rezaba, la Madre Mariana gritó fuertemente y cayó como si hubiese muerto. Permaneció mucho tiempo inconsciente, finalmente, suspirando de manera profunda abrió los ojos, que estaban llenos de lagrimas de alivio. Su infierno había terminado. Y gradualmente fue recuperando su salud y hermoso color.

No pasó mucho tiempo de esto cuando La Capitana cayó enferma y acercándose su fin, confesó todos sus pecados y murió tranquilamente, asistida por la Santa Madre Iglesia.

La Madre Mariana de Jesús contempló el juicio de la monja, donde le fue mostrado que su salvación fue debida a los cinco años que estuvo en el infierno. La Capitana llevó consigo a la eternidad esta gratitud inmensa. En el purgatorio su benefactora la ayudó mucho, ya que no dejó de rezar nunca por ella. Después de la muerte de la Madre Mariana, esta alma del purgatorio fue olvidada gradualmente.

El maravilloso y singular privilegio de la Inmaculada Concepción.- “Potuit, decuit, ergo fecit” : Dios podía hacerlo, convenía que lo haga, y terminó haciéndolo





      El hombre fue creado “a imagen y semejanza (de Dios)” (Gén. 1, 26), en estado de gracia e inocencia, de justicia y santidad, recibiendo el don de la inmortalidad, y participando así de  la propia naturaleza divina. Pero desobedeciendo al Creador terminó esclavizado al demonio, siendo expulsado del paraíso y perdiendo los dones sobrenaturales que poseía, a partir de lo cual todos sus descendientes quedamos manchados, heredamos los efectos del pecado original, con el cual nacemos: la inteligencia humana se volvió sujeta a errar, la voluntad quedó expuesta a desfallecimientos, la sensibilidad quedó presa de las pasiones desarregladas, el cuerpo por así decirlo fue puesto en estado de rebeldía contra el alma.

     Y a fin de que se opere la salvación del género humano, se hacía necesaria una reparación. De qué forma? Mediante la Encarnación del Hijo unigénito de Dios que nacería de una Virgen.

     Pero, siendo que todos los seres humanos - sin excepción – vienen al mundo con la mancha original, María Santísima, en su calidad de Madre de Dios, habría sido aun apenas por un instante, manchada por el pecado? por tanto esclavizada al demonio? O podía Dios pre redimirla desde el primer instante de su existencia, creándola en estado de inocencia original, quedando por tanto preservada de cualquier concupiscencia (de cualquier tendencia hacia el mal), que es derivada de la mancha dejada por el pecado original? Convenía esto a los planes del Divino Creador?


 “Potuit, decuit, ergo fecit”


     Dios podía hacerlo, convenía que lo hiciera, y terminó haciéndolo.


     Con este célebre axioma, el beato franciscano escocés Juan Duns Scoto (1265 – 1308),  venerado como santo en vida, sin mediar canonización, concluía su exposición, en defensa de la Inmaculada Concepción, en la Universidad de París. Fue considerado un triunfo brillante el hecho de haber sintetizado el beato - conocido como el “Doctor Sutil" debido a las sutilezas de sus análisis - en la sentencia anterior, las razones de aquel privilegio de Nuestra Señora.  Dios Todopoderoso podía crear a la Santísima Virgen libre del pecado. Él ciertamente quería hacerlo, pues convenía a la altísima dignidad de Aquella que sería la Madre del Divino Salvador, que Ella se mantenga exenta de toda mancha; por tanto, Dios le concedió tal privilegio. He ahí el maravilloso y singular privilegio de la Inmaculada Concepción.

     Por ende, no es creíble que Dios Padre omnipotente, pudiendo crear un ser en perfecta santidad y en la plenitud de la inocencia, no hiciese uso de su poder a favor de la Madre de su Divino Hijo.

     El Dr. Plinio Corrêa de Oliveira resaltaría así la Inmaculada Concepción con la que fue honrada la Santísima Virgen:

     “Por todo esto, la Inmaculada Virgen María, Madre del Divino Niño, concebida sin pecado original, es la obra maestra de Dios,  superior a todo cuanto fue creado, con la única excepción de la Santísima Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, alcanzando Aquella criatura bellísima la más alta personalidad femenina de todos los siglos”. 
   
      “Todo en Ella era armonía profunda, perfecta, imperturbable. El intelecto jamás expuesto al error, dotado de un entendimiento, una claridad, una agilidad inexpresable, iluminado por las gracias más altas, con un conocimiento admirable de las cosas del Cielo y de la Tierra. Con una voluntad naturalmente tan perfecta, dócil en todo al intelecto, vuelta enteramente hacia el bien y que gobernaba plenamente la sensibilidad, ésta tan irreprensible, que jamás pedía a la voluntad algo que no fuese plenamente justo y conforme a la razón. Ambas, voluntad y sensibilidad, super enriquecidas de gracias inefables, perfectamente correspondidas en todo momento. Con todo esto, ni siquiera se es capaz de formarse una idea de lo que es la Santísima Virgen”.

Nuestra Señora de El Buen Suceso y la Inmaculada Concepción


Monasterio de la Inmaculada Concepción de Quito


     La proclamación del dogma del singular privilegio de la Inmaculada Concepción resonó con un aplauso entusiasmado entre los católicos de toda la Tierra, pues sería por fin definido como verdad de Fe aquello en lo que incontables santos, teólogos y fieles en general siempre creyeron desde el inicio del cristianismo, y a lo largo de todos los siglos.

     La propia Santísima Virgen lo había anunciado en Quito con anticipación:

     El día 2 de Febrero de 1634, la Sierva de Dios, Madre Mariana de Jesús Torres, una de las fundadoras del Real Monasterio de la Inmaculada Concepción, el primero de dicha orden en dichas tierras y en las Américas, rezaba en el Coro Alto del convento, por las necesidades de la Iglesia, de su comunidad, y por el Ecuador naciente. De repente quedó sin sentidos.

     Y en medio de una visión, pudo ver cómo fue preservada la Santísima Virgen de la culpa del pecado original desde el primer instante de su ser, y cómo Ella correspondía perfectamente y a cada instante a la gracia santificante que le fue otorgada insondablemente en abundancia y sin precedentes.

     En seguida, se le apareció la Reina de los Cielos, en su Advocación de María de El Buen Suceso, y colocó al Niño Jesús que traía consigo, en brazos de la Madre Mariana, quien lo recibió con presteza inimaginable y con gusto inefable.

    Entonces, el Divino Infante, en brazos de la Religiosa, en medio de tiernos afectos le dice:

   “El Dogma de la Inmaculada Concepción de mi Santísima Madre será proclamado cuando más combatida esté la Iglesia y se encuentre cautivo mi Vicario”

   Esta previsión se cumpliría, al pie de la letra, 220 años después..!!!

    Considerado un triunfo sobre el liberalismo y el escepticismo que corroían la civilización cristiana, el dogma de la Inmaculada Concepción sería proclamado a mediados del siglo XIX en medio de revoluciones anticatólicas en varias partes del mundo, y que habían forzado al Papa Pio IX a refugiarse durante nueve meses en la ciudad marítima de Gaeta tras la proclamación en el año de 1848 de la "República Romana".

     Así, el día 8 de diciembre de 1854, el Bienaventurado Papa IX, Inmerso en una situación transcendental que amenazaba vulnerar los derechos del Vicario de Cristo y de la Santa Sede y fundamentado en la Sagrada Escritura y en el testimonio constante de la Tradición (la transmisión oral pasada de generación en generación), y por virtud del Magisterio infalible, declaraba ser de revelación divina que María Santísima fue totalmente exenta del pecado original, desde el primer instante de su concepción, consignado como está en la Bula Ineffabilis Deus.  

      
El Beato Pio IX proclamando el Dogma de la Inmaculada Concepción

     El día de aquella solemne proclamación, fue de incomparable alegría y jamás será olvidado, debe por tanto recordárselo siempre para honra y gloria de la obra maestra de la creación, la Madre purísima del Divino Infante. Las palabras del Dr. Plinio van dirigidas en ese sentido:     

     “Considerado en sí mismo, el dogma de la Inmaculada Concepción continúa chocando con el espíritu esencialmente igualitario de la Revolución que, desde 1789, ha reinado despóticamente en el mundo. El ver a una simple criatura tan elevada sobre los otros por un inestimable privilegio concedido a ella en el primer momento de su existencia, así como su continua correspondencia al bien y su inclaudicable adversidad hacia el mal, no puede dejar de herir a los hijos de la Revolución que proclaman la absoluta igualdad entre los hombres como el principio de todo orden, justicia y bien".

    "Nuestra Señora es principalmente modelo de las almas que rezan y se santifican, la estrella polar de toda meditación y vida interior. Pues, dotada de una virtud inmaculada, Ella hizo siempre lo que era más razonable, y si nunca sintió en sí las agitaciones y los desórdenes de las almas que sólo aman la acción y la agitación, nunca experimentó en sí, tampoco, las apatías y las negligencias de las almas flojas que hacen de la vida interior un cortaviento a fin de disfrazar su indiferencia por la causa de la Iglesia".

     Precisamente estas y otras innumerables virtudes se ven reflejadas en la Portentosa Imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso

     "Imitemos pues, el ejemplo de Ella, que sólo se puede imitar con Su propio auxilio. Y el auxilio de Nuestra Señora, sólo se puede conseguir con la devoción a Ella. Pues bien, no hay  mejor forma de devoción a María Santísima de El Buen Suceso que pedirle, no sólo el amor de Dios y el odio al demonio, sino aquella santa entereza en el amor al bien y en el odio al mal, en una palabra, aquella santa intransigencia que tanto resplandece en su Inmaculada Concepción".


Procesión por los Claustros de las Religiosas Concepcionistas de Quito





    Una atmósfera de santidad apacible que nacía de la augusta Reina y Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso, se irradiaba por el templo, cuatro veces centenar, del Quito colonial.

    La multitud de almas piadosas, con veneración se acercaban a implorar favores y despedirse de la Reina del Cielo que en pocos momentos sería transportada al coro alto del Monasterio, a ocupar su trono de Abadesa.




    Una mezcla de espíritu de recogimiento y serena confianza, fruto de la certeza de que la excelsa Reina siempre escucha nuestras plegarias, flotaba en el ambiente.

    La Santa Misa, celebrada en latín por un piadoso sacerdote según el rito Tridentino, era seguida con veneración por la multitud de los fieles.




     Finalmente, mientras las religiosas concepcionistas entonaban dentro de la clausura:

"...Salve, Salve Gran Señora
    Salve Poderosa Madre,
    Salve Emperatriz del Cielo,
    Hija del Eterno Padre..."

     ...se daba inicio al traslado hasta el Coro alto del Convento, de la Venerable Imagen, realizado por los Devotos de la Virgen del Buen Suceso, hijos de Plinio Corrêa de Olliveira, con el acompañamiento de los cantos por parte de los fieles desde la Iglesia a los Claustros del Convento.




     Y así, aquel buen y verdadero pueblo de Dios, que asistía a venerar a la Celestial Señora, ponía sus esperanzas en los favores del Cielo, y despedía a su Reina, que volverá a ser vista para la fiesta de La Candelaria, el día 2 de Febrero.




¡Oh! María de El Buen Suceso
Estrella del mar proceloso de mi vida mortal,
Alumbradme con Vuestra Luz para no errar
En el camino que al Cielo me conduce. 


  

Septiembre de 1610: primeras cinceladas de la Maravillosa Imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso





La Santísima Virgen insiste en la elaboración de la Imagen



La Madre Mariana temía que la población indígena de Quito, recientemente catequizada y aún con inclinaciones idolatras ofreciera la reverencia incorrecta a una representación tan magnífica de la Madre del Dios.

El 2 de febrero de 1610, arrodillada ante el Santísimo Sacramento y mientras rezaba sus acostumbradas oraciones de la noche, de repente sintió su corazón saltar de alegría en su interior.

En un instante se encontró ante la Reina del Cielo, Quien se hallaba cubierta de luces que resplandecían intensamente dentro de un marco oval de estrellas que brillaban tenuemente. Notó entonces que Nuestra Señora la vía con cierta severidad y sin decir una palabra.

La Madre Mariana rogó a la Celestial Reina que no la mirara de esa forma y le prometió realizar todo lo que Ella le ordene aunque le cueste su vida.

La Divina Señora entonces la reprendió pacientemente, preguntándole porqué dudó y temió a pesar de saber que Ella es una poderosa Reina. Le aseguró que no habría peligro de idolatría. Más por el contrario, esta imagen no sólo sería necesaria para el convento sino también para la gente en general a través de los siglos.

Entonces la Santísima Virgen escogió al artista que debía realizar esta santa tarea. Sería Don Francisco de la Cruz del Castillo, hombre de buena familia y un escultor consumado, temeroso de Dios, honesto y vertical con su esposa e hijos, gobernando su hogar guiado por los diez mandamientos. A este hombre piadoso, tendría la Madre Mariana que indicarle los pormenores físicos de la Reina del Cielo, a quien veía con sus propios ojos. Creyéndose incapaz de ello, la Sierva de Dios se dirigió a Nuestra Señora diciéndole:

“Pero Señora, Madre Querida de mi alma, yo, insignificante criatura, jamás podré describir vuestra hermosa figura a artista alguno…. Realmente sería necesario que uno de los arcángeles elabore esta Santa Imagen que vos deseáis”.

La celestial Reina calmó su preocupación asegurándole que Francisco del Castillo la esculpiría y sus ángeles le darían el toque final.


El insigne escultor


Convento de la Inmaculada Concepción de Quito

Hay secretos que Dios solo guarda para quienes son puros…
    
Mandado a llamar por la santa Fundadora el día 5 de Febrero de 1610, se presentó don Francisco del Castillo sin demora poniéndose de inmediato a las órdenes del Convento de la Inmaculada Concepción.

“Teniendo conocimiento de que es usted primero un buen católico y después un muy diestro escultor – le indicó la Madre Mariana- deseo encargar en sus hábiles manos un trabajo que requiere de especial dedicación…

“Es nuestro deseo hacer entallar una Imagen de la Santísima Virgen bajo la tan consoladora advocación de El Buen Suceso y no será una Imagen cualquiera, deberá tener vida, con rasgos celestiales muy parecidos a los de la Celestial Reina que habita en los Cielos. Yo misma le proporcionaré las medidas exactas de Nuestra Augusta Madre.

Al escuchar las indicaciones de la Venerable Abadesa, el escultor se vio embargado de sentimientos indecibles de amor a Dios y a Nuestra Señora y se  vio deseoso de prestar sus mejores servicios lo más pronto posible.

Nacido en Valladolid y de familia noble, don Francisco residía en Quito junto con su esposa, doña María Javiera Paredes.

Dios había premiado las virtudes de esta matrimonio con tres hijos: María, la mayor, que ingresó como Religiosa al Convento de las Concepcionistas de Quito luego de la confección y consagración de la Sagrada Imagen por parte del Obispo.

El hijo intermedio, Francisco, ingresó a la orden franciscana. De ferviente devoción a Jesús Sacramentado y a la Inmaculada Concepción, fue enviado a uno de los Conventos de España, sobresaliendo con sus prédicas y su connotada virtud.

Manuel, el hijo menor, contrajo matrimonio con una quiteña de noble linaje, trayendo consigo la descendencia de la familia “Del Castillo” existente hasta hoy.

Luego de la Madre Mariana exponer su pedido, el escultor le respondió lleno de entusiasmo:

“Su Reverencia! algo sucede conmigo y no sé qué es. La he escuchado atentamente e intuyo que usted tiene conocimiento de algún secreto divino, caso contrario no se explica el fuego que encierran sus palabras. He recibido innumerables encargos de obras pero jamás he sentido lo que ahora siento al recibir vuestro pedido, del cual me considero dichoso y a la vez agradecido por haber sido de entre algunos, elegido. Cuente con mi mayor esfuerzo, y para realización de esta obra extraordinaria me comprometo en conseguir la más especial de las maderas pues esta Imagen deberá, de ser posible, durar hasta el fin del mundo.

“Pero –prosiguió el escultor- qué hay de las facciones celestiales? eso si me será imposible! Qué escultor podrá plasmar en un trozo de madera la indescriptible belleza de la Soberana Reina? Será para esto necesario el concurso de los Santos Ángeles…!”

Una vez concluidos sus trabajos de pedidos anteriores, el escultor salió de Quito en procura de la madera, la que luego de una intensa búsqueda trajo consigo a fines de Agosto de 1610. Siendo interrogado por la Madre Mariana y demás Fundadoras por el precio de la obra, muy afectuosamente les respondió:

“Sus Reverencias! Yo ya estoy muy bien remunerado, incluso en demasía. Fui  yo y no otro el escogido para realizar esta Sagrada encomienda. Solo les ruego me conserven junto con mi familia por siempre en sus oraciones y que éstas se perpetúen en sus sucesoras tal como se perpetuará la Santa Imagen cuya escultura en breve daré inicio”.

Para esto, la Madre Mariana y las Fundadoras convinieron pedir al Obispo la licencia correspondiente para que la Imagen fuese elaborada en el Coro Alto pues era en ese bendito lugar donde se había aparecido Nuestra Señora y por haber sido el mismo escogido por Ella para desde allí gobernar el Convento. El Obispo, Mons. Salvador de Rivera, aceptó gustosamente ofreciendo incluso como donación las llaves de oro que debían ser colocadas en la mano derecha de la Imagen el día de su consagración.


Comienza la elaboración de la Portentosa Imagen





Así, luego de confesarse y de recibir la Santa Comunión en la Iglesia de la Inmaculada Concepción, pidiendo a Dios la Luz y  la Gracia necesarias para realizar la mejor de sus obras, el devoto escultor comenzaba su bendita labor en la mañana del día 15 de Septiembre de 1610.

Sus jornadas de trabajo convergían en un fervor reinante entre las Religiosas Concepcionistas, quienes quedaban absortas ante la dedicación, envuelta en la sacralidad y en el silencio del escultor español, por un lado, y de la quietud de alma de la Madre Mariana, por otro, que traspasaba las esferas de este mundo y que con palabras y gestos propios de los ángeles, le indicaba las facciones y las posturas con que debía ser entallada la Sagrada Imagen.  Las monjas, incluso se prestaban para ayudar en lo que don Francisco necesitara, ora alcanzándole alguna herramienta, ora levantando algún trozo de madera, mismo aun ignorando por completo la razón de ser de la Imagen en confección, que tan solo las Madres Fundadoras, a través de los relatos hechos por la Madre Mariana, conocían. El propio Prelado se hacía presente con frecuencia en el Coro para visualizar el trabajo de don Francisco pidiendo a las Madres rezaren con entusiasmo para el feliz suceso de la obra.

DON GABRIEL GARCÍA MORENO: UN PRESIDENTE VERDADERAMENTE CATÓLICO






El Presidente Mártir y defensor de la Fe, asesinado en ejercicio de la Presidencia de la República, el 6 de Agosto de 1.875. Hombre público de gran piedad y gran amor a la Santa Iglesia Católica y al Papado, dio ejemplo de la instauración de todas las cosas en Cristo, preocupándose por la implantación de su Reinado Social y Político.

Como Presidente de la República, Consagró el Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, moralizó la Nación y sus instituciones, fortaleció el catolicismo de su pueblo y generó gran prosperidad material para todo el país.

García Moreno no se intimidaba cuando estaban en juego los principios de la Religión y los derechos de Dios, recurriendo incluso al uso de las armas, de ser necesario.

Fue el único Jefe de Estado en el mundo que apoyó al Bienaventurado Papa Pío IX cuando las fuerzas anticatólicas invadieron los Estados Pontificios.

En carta al Sumo Pontífice Pío IX, dijo:

"Qué fortuna para mí, la de ser aborrecido y calumniado por causa de Nuestro Redentor y qué felicidad tan grande sería la mía si vuestra bendición me alcanzara del Cielo el derramar mi sangre por El" (Cfr. carta a Pío IX en Agosto de 1.875).

Martirizado por odio a la Fe, entregó su alma el 6 de Agosto de 1875 a los pies del altar de Nuestra Señora de los Dolores, en la Catedral Metropolitana de Quito, advocación a la cual tributaba gran devoción. La Patria quedó enlutada y el pueblo, huérfano de un verdadero Padre.

Su último gesto fue una profesión de Fe: ya en el suelo ensangrentado pronunció su frase célebre: ¡"DIOS NO MUERE"!




El más grandioso portento de la Santísima Virgen de El Buen Suceso en tierras ecuatorianas: "el Milagro del 41"






¨De María nunquam satis¨


    De María nunca se dirá lo suficiente.  Esta es una afirmación de San Bernardo, repetida por muchos mariólogos a lo largo de los siglos.

    Por más que se hable de la Santísima Virgen, esto jamás bastará, siempre habrá maravillas para hablar de Ella. Son tantos y tan bellos los aspectos de su grandeza y de sus sublimes virtudes, que nunca podrán agotarse las reflexiones sobre Aquella que excede  a todos los ángeles y santos. 

    Indiscutiblemente, es fundamental que esto sea así, pues Ella fue escogida para ser la más admirable de las meras criaturas, la obra magna de la creación, y escogida para ser la digna Madre de Dios!

    En estos tiempos de tecnologías y de frenesís ilimitados, existen algunas verdades olvidadas (a veces, culpablemente olvidadas), incluso muchas de ellas cercadas por impresionantes campañas de silen­cio, relegadas a los más duros aislamientos y a los más crueles de los abandonos.
    
    A un ostracismo precisamente fue condenada la que sin lugar a dudas, representa la más grandiosa manifestación de la Santísima Virgen en el continente americano en los últimos siglos, bajo la Profética Advocación de Nuestra Señora de El Buen Suceso.

   Con motivo de celebrarse setenta años del  ¨Milagro del 41¨, y con el propósito de realzar y de colocar en el sitio que se merece tan inefable portento de la Reina de los Cielos, una reseña sobre la misma es lo que presentamos a continuación.

   La Imagen de Nuestra Señora de El Buen Suceso ha protegido el Convento de la Inmaculada Concepción de Quito, en donde se encuentra, a lo largo de los siglos, y ha sido instrumento de continuas gracias para la protección del Ecuador y de sus habitantes.

    Con su Báculo Pastoral, quiso llamarse de esa forma para gobernarnos siempre con buenos sucesos en todas las peticiones que le hiciéramos, tanto en el orden espiritual como en el orden temporal, convirtiéndose sin ninguna duda en la Soberana del Ecuador. Y con el fin de que su milagrosa Imagen fuese conocida en todo el país y el mundo,  la Santísima Virgen realizaría el más extraordinario acontecimiento del siglo veinte en estas tierras.

    Había invadido el Perú en el año de 1941, territorio ecuatoriano, y ante esta emergencia el Arzobispo de Quito ordenó rezar Triduos en honor a las diversas advocaciones de la Santísima Virgen en las diferentes iglesias de Quito implorando el cese de hostilidades.

   El 24 de Julio se dio comienzo en la Iglesia de la Inmaculada Concepción al Triduo en honor a Nuestra Señora de El Buen Suceso. Tres días después, el Ecuador entero asistiría a la insigne predilección que por el mismo la Virgen ostenta.

    A partir de las siete de la mañana del domingo 27 de Julio de 1941, la imagen abrió y cerró sus ojos continuamente, su rostro tomó primeramente un color rojizo, luego otro similar al mármol. Una especie de neblina cubría la imagen y luego de desaparecer, dejaría verla en medio de un resplandor sobrenatural.

   Sus ojos que, en posición normal los tiene hacia abajo, los levantaría poco a poco hasta quedar mirando al Cielo en actitud de súplica y posarlos luego, repetidamente sobre lo fieles.


Diario El Comercio, Quito, 28 de Julio de 1941



  Al correrse la noticia, miles de fieles invadieron el templo para, maravillados, contemplar tan grande portento, quedando los acontecimientos internacionales de enorme magnitud relegados a segundo plano.

   Los maternales parpadeos de la Sagrada Imagen se darían durante todo aquel bendito día y durarían hasta las tres de la madrugada del siguiente. A las diez de la mañana del mismo día 27 se verificaba lo que luego se llamaría “el milagro del 41” siendo presenciado por treinta mil personas. En la tarde del mismo día, los diarios anunciaban el cese de hostilidades del Perú contra nuestra Patria


  El día 28 de Julio y durante algunos días posteriores, las noticias relatando el maravilloso acontecimiento aparecían en los diversos diarios del territorio ecuatoriano. Así:

Diario El Comercio,  28-29 de Julio, y 2 Agosto/1941
Diario El Universo,                    28 de Julio de 1941
Diario El Telégrafo,                    28 de Julio de 1941
Diario Ultimas Noticias,              28 de Julio de 1941
Diario El Debate (Vespertino)   27, 28, 29 Julio/1941
Diario la Sociedad,                   3 de Agosto de 1941
Diario la Voz Obrera,              10 de Agosto de 1941
Diario La Voz Católica de Loja, 5 y 12 de Octubre de 1941



    “Esta devoción será el pararrayo colocado entre la Justicia Divina y el mundo prevaricador, para impedir que se descargue sobre esta tierra culpable el formidable castigo que merece” 
    
    Delante del castigo provocado por los pecados del mundo actual, y para obtener la conversión de los hombres, y  ayudarnos a caminar en medio de las hecatombes que tan gravemente nos amenazan ¿qué podemos hacer? Nuestra Señora nos lo indica: el aumento en el fervor en la devoción a Ella, la oración, la penitencia”



Diario El Comercio, Quito, 29 de Julio de 1941


    Pasaron setenta años desde que Nuestra Señora de El Buen Suceso dispensara sus misericordias de manera tan maravillosa, apartando del panorama internacional el peligro de la guerra. No obstante, en el Ecuador, - y evidentemente en todo el mundo - no se dio otra cosa sino la acentuación pavorosa de la impenitencia y de la apostasía, lo que conduce a temer que el castigo divino se vaya haciendo cada vez más inevitable.

    Hoy, el mundo entero gime en las tinieblas y en el dolor, precisamente como el hijo pródigo cuando llegó a lo último de la vergüenza y de la miseria, lejos del hogar paterno.

   La equiparación gradual de los sexos rumbo a la igualdad absoluta y el libertinaje completo. La aceptación de la más agresiva pornografía en la TV, en los diarios, revistas, cines, teatros, internet; -el uso de trajes extravagantes tanto por hombres y mujeres; las prácticas contra la finalidad del sacramento del matrimonio, y la matanza de los inocentes; la legalización del divorcio y de las uniones homosexuales son hechos, entre muchos otros, a la vista de cualquier persona en la vida cotidiana, que levantan la interrogante: vivimos los días del inminente triunfo de la iniquidad?

    La vista de tantos crímenes sugiere naturalmente la idea de la venganza divina, y cuando miramos para este mundo pecador, gimiendo en las torturas de mil crisis y de mil angustias, y que a pesar de eso no se penitencia; cuando consideramos los terribles progresos del neo paganismo, que está en las vísperas de ascender como gobierno de la humanidad entera; cuando vemos, por fin, la pusilanimidad, la imprevisión, la desunión de aquellos que aún no se pasaron para el mal, nuestro espíritu se llena de pavor en la previsión de las catástrofes que acumula sobre sí misma, los día de la impiedad están contados .

                                              
    Si Dios dejase actuar exclusivamente su justicia, cabe preguntarse si el mundo habría llegado hasta el presente siglo. Pero, como Dios no es solamente justo, sino también misericordioso, no se cerró aún para nosotros la puerta de la salvación. Una humanidad perseverante en su impiedad tiene todo para esperar de los rigores de Dios. Pero Dios, que es infinitamente misericordioso, no quiere la muerte de esta humanidad pecadora, pero sí ‘que ella se convierta y viva’. Y, por esto, su gracia procura insistentemente a todos los hombres, para que abandonen sus pésimos caminos y vuelvan para el aprisco del Buen Pastor.
          


Diario El Universo, 28 de Julio de 1941


     Si no hay catástrofe que no deba temer una humanidad impenitente, no hay misericordias que no pueda esperar una humanidad arrepentida. Y para tanto no es necesario que el arrepentimiento haya consumado su obra restauradora. Basta que el pecador, aunque esté en el fondo del abismo, se vuelva hacia Dios con un simple comienzo de arrepentimiento eficaz, serio y profundo, que él encontrará inmediatamente el socorro de Dios, que nunca se olvidó de él.
         
   Estas dos imágenes esenciales de la justicia y de la misericordia divina deben ser constantemente puestas delante de los ojos del hombre contemporáneo. De la justicia, para que él no suponga temerariamente salvarse sin méritos. De la misericordia, para que no desespere de su salvación, desde que desee enmendarse.

   Y así como en Quito en 1941, Nuestra Señora de El Buen Suceso ha alcanzado continuamente para nosotros los más estupendos milagros. ¿Tienen fin las misericordias de una Madre, y de la mejor de las madres? ¿Quién osaría a afirmarlo? Si alguien dudase, el Milagro del 41 le serviría de admirable lección de confianza. La Virgen nos ha de socorrer. En realidad Ella ya comenzó a socorrernos. En el mismo momento en que la impiedad parece triunfar hay algo de frustrado en su aparente victoria. Los días del dominio de la impiedad están contados. El Milagro del 41 nos invita a la confianza en María Santisima de El Buen Suceso.
           
   Más allá de las tinieblas, y de los castigos, para los cuales caminamos, tenemos ante nosotros las claridades. Si, son las claridades sacrales de la aurora bendita del Reino de María: 

   “Destronaré al soberbio Satanás, encadenándole en el abismo infernal, dejando por fin libre a la Iglesia y a la Patria de esa cruel tiranía”.

   Es una perspectiva grandiosa de universal victoria del Corazón regio y maternal de la Santísima Virgen. Es una promesa apaciguadora, atrayente y sobre todo majestuosa y que entusiasma.

        

Medición de la Santísima Virgen





La Madre Mariana al recibir el encargo de la Santísima Virgen de mandar a elaborar la imagen desconocía el tamaño en que debía ser entallada.  Sintiéndose por esto afligida le dijo a la Reina del Cielo:

Cuadro de la Medición de la Santísima Virgen
“Linda Señora, mi Madre Querida, debo atreverme a tocar Vuestra frente Divina, cuando ni los Ángeles pueden hacerlo?"


“Vos sois el Arca viva de la Alianza entre los pobres mortales y Dios, y si Osa sólo por el hecho de haber tocado el Arca Santa para evitar que rodase al suelo, cayó muerto, cuánto más yo ! mujer pobre y débil".

Nuestra Señora le respondió:

“No temáis por ello. Me alegra tu recelo y veo el amor ardiente a tu Madre del Cielo que te habla; medid vos misma mi estatura con el cordón que traes en tu cintura".

Cogió entonces Nuestra Señora una punta del cordón colocándola en su propia frente, mientras Sor Marianita aplicaba el otro extremo sobre los sagrados pies de la Santísima Virgen obteniendo así la medida exacta de la Madre de Dios, esto es 5 pies, 12 pulgadas.


Las dificultades continúan


Los inconvenientes estaban lejos de desaparecer en el Convento de la Inmaculada Concepción. Estimuladas siempre por el demonio que había hecho la promesa de destruir esa santa Casa, el mismo grupo de monjas rebeldes trazaron un plan para lograr su fin.

Llegó otra vez el tiempo de una nueva elección para Superiora. El elemento revolucionario levantó tanto la fricción que después de muchas sesiones, ninguna decisión fue tomada. El propio Obispo tuvo que intervenir y presidir la nueva elección.

Cegada por la envidia y el odio, la líder de la rebelión, una monja de contextura gruesa, de baja estatura y tez morena conocida como “la Capitana” solicitó el puesto de Priora para sí misma mientras que insultaba y se revelaba contra la Madre Mariana y las demás fundadoras españolas. También pedía el regreso de éstas a España.

Esto resultó ser un error fatal para las insubordinadas, pues el Obispo veía entonces claramente con quién estaba tratando. Indignado, pidió a “La Capitana” que se retire y ordenó que sea inmediatamente encerrada en la misma prisión donde anteriormente sus víctimas inocentes tanto habían sufrido. En cuanto a las otras rebeldes, les revocó su derecho de votar y ordenó que realicen el trabajo más extenuado del Convento. De resistirse, irían a la prisión junto con su líder. Además fueron expulsadas del cuarto de votación.

Finalmente, eligieron una vez más a la Madre Valenzuela como Priora .