“La dicha de sentir la mirada divina de
María Santísima de El Buen Suceso”:
Relatos del extraordinario portento
acaecido hace 75 años, el 27 de Julio de 1941
Delante
de los amargos días del conflicto limítrofe internacional, la autoridad
eclesiástica dispuso en las diferentes Iglesias de Quito, triduos de oraciones
a la Madre de Dios, para implorar a Ella su protección. El último
día del triduo celebrado en la Iglesia de la Inmaculada Concepción, fue el
domingo 27 de julio de 1941.
Hay
un sinnúmero de relatos y testimonios que fueron publicados en la prensa
ecuatoriana, en los días posteriores a lo que se conoce como el “Milagro del
41” y que tuvo como excelsa protagonista a la Portentosa Imagen de Nuestra
Señora de El Buen Suceso, venerada en el Monasterio de la Inmaculada Concepción
de Quito.
A
continuación transcribimos uno de los relatos que narró en la época un devoto
de la Santísima Virgen de El Buen Suceso:
“En
la mañana de aquel día, tuve la dicha de conocer a la Sagrada Imagen de María
Santísima, en la advocación de Nuestra Señora de El Buen Suceso, pues a las
siete de la mañana me acerqué al Sagrado Banquete y recibí la Sagrada Comunión.
“Más
tarde, a las siete y pocos minutos de la noche estuve de regreso en el templo.
En el altar mayor, en el centro, a unos cinco o seis metros de altura, se
hallaba la Imagen de la Santísima Virgen con el Niño Jesús en su brazo
izquierdo, y en el derecho portando un cetro y unas llaves. Sobre el altar
mayor y todo el recinto anexo, se agolpaba una multitud de fieles que
exclamaban: ¡Ya abre los ojos! ¡Ahora los cierra! Como que el bulto de madera
tomara vida y alzara la mirada que de ordinaria actitud de beatífica humildad,
la muestra más baja.
“A
las siete y diez de la noche, más o menos, estando de frente a la Imagen y
próximo al comulgatorio, vi, a simple vista, que los ojos de la Imagen eran
sustituidos por otros grandes y azules, más bellos, que miraban de frente, y
que tenían expresión de vida y majestad infinitos.
“Después
de haberme provisto de unos lentes de teatro, cerca de las ocho de la noche,
hora en que iba a retirarme del templo, tuve la dicha de sentir la mirada
divina de María Santísima de El Buen Suceso.
“Ahora,
yo estaba a unos catorce o quince metros de distancia, pero merced al binóculo,
la veía como a cuatro o cinco. Quería al despedirme, observar
detenidamente la belleza del rostro de la Imagen, para recordarlo, pues a decir
de mi esposa que me acompañaba, era muy perfecta. Pero debo decirlo, me iba con
pesar, pues como la primera vez creí que era imaginación mía; de hecho, juzgaba
que tanto mi mujer como yo, no íbamos a observar el prodigio que otras
personas, entre ellos, algunos conocidos nuestros, decían haber experimentado.
“Pero,
he ahí que de repente, se ilumina la mirada de María Santísima, y siento como
que se dirigía hacia mí, y después pasaban los rayos de su vista hacia la
Eternidad y el Infinito. Los ojos grandes, azules, tenían una majestad, una
pureza, una dulzura, que no encuentro otros calificativos que darles, que el de
divinos, pues no eran comparables con nada de lo humano y perecedero.
“Inmediatamente
pasé el prismático a mi señora para que observara a la Virgen. Ella también vio
lo mismo que yo y sin que nos habláramos, indica el mismo color, forma, y
expresión de la mirada.
“Después
de agradecer a María por el favor que nos dispensaba al “volver a nosotros esos
sus ojos misericordiosos”, por medio de una Salve y el Magníficat, abandonamos
el templo.
“La
sucesión ininterrumpida de gracias y favores maternales que desde el día del
milagro ha recibido nuestro hogar, nos afirma en la certeza del prodigio, y
mueve nuestra gratitud y confianza para la Madre de Dios. A punto que para
cualquier acto de la vida exclamamos ¡Virgen Santísima de El Buen Suceso, ruega
por nosotros!”.
En
sus apariciones a la Venerable Madre Mariana de Jesús Torres, entre los siglos
16 y 17, la Santísima Virgen pidió que para patentizar sus apariciones, una
Imagen fuese esculpida tal como Ella se presentaba ante la religiosa
concepcionista, resaltando en más de una ocasión la trascendental importancia
de llevar a cabo dicha empresa:
“Ahora es necesario, que dócil a Mis exhortaciones,
mandes a ejecutar con presteza mi Santa Imagen, tal cual me ves”. (1)
Así
le decía Nuestra Señora la Madre Mariana, el 21 de enero de 1610, reiterando
pocos días después, el 2 de febrero, el deseo de transmitir de inmediato su
Maternal requerimiento al Obispo de Quito, Mons. Salvador de Rivera:
“Ve, cuanto antes, a hablar donde él y
dile de mi parte lo que te ordené y hablé la vez pasada. Apresúrate a mandar a
esculpir mi Imagen porque el tiempo vuela”. (2)
¿Por
qué esa especial insistencia de la Madre de Dios?
En
la misma aparición del 21 de enero de 1610, pocos momento antes de que
apareciera la Reina de los Cielos y de la Tierra, y para preparar el magnífico
escenario de su divina comparecencia, Dios Nuestro Señor, el Rey Supremo, envía
un altísimo emisario suyo, el arcángel San Miguel, para decirle a la Madre
Mariana que a través de la nueva y eficaz devoción mariana bajo la dulce y
consoladora invocación de El Buen Suceso, el Señor haría grandes prodigios,
tanto espirituales como temporales, que beneficiarían especialmente a los
fieles del siglo 20 y de ahí en adelante. (3)
El
día 3 de febrero del mismo año, la Madre Mariana, tuvo una entrevista con su
Padre Director, Fray Juan de la Madre de Dios Mendoza. Este religioso
franciscano, penitente, sabio y versado en los caminos de la vida espiritual,
orientó durante muchos años a la Madre Mariana, que le confiaba toda su alma.
Cosa extraordinaria: en repetidas las ocasiones, los secretos insondables que
Dios y la Santísima Virgen transmitían a la Sierva de Dios, lo hacían también y
casi siempre de modo simultáneo, a aquel virtuoso sacerdote.
Precisamente,
el día anterior, 2 de febrero, el Padre Mendoza le refirió a la Madre Mariana,
que “La Santísima Trinidad me confirmó el
deseo de mi reina, asegurando que serán benditos de Dios todos los que, con su
empeño y sus recursos, contribuyan a la ejecución de la santa Imagen, y también
los que se dedicarán a la propagación de su advocación en todos los siglos,
haciendo conocer su origen y apariciones en el siglo XX, época en que habrá una
gran corrupción de costumbres, y esta devoción será la salvaguarda de esta
tierra, en esos tiempos, cuando ya no será colonia, sino república libre y
desenfrenada”(4).
Casi
al mismo tiempo, en el mismo día pero en lugar distinto, Nuestra Señora de El
Buen Suceso, y de forma clara y contundente, le reiteraba a la Madre Mariana lo
magníficamente providencial que significaría la elaboración de la Milagrosa
Imagen:
“Con la hechura de mi Imagen no solo
favorezco solo a ti y a mi Convento, sino también al pueblo, al pueblo en
general, a través de los siglos. Será motivo de salvación para muchas almas,
porque las sacaré del abismo de culpas en que se encuentran. Dios será
glorificado en ellas. ¡Cuántas conversiones habrá!”.(5)
No
queda entonces ninguna duda de que quiso Dios a través de la Veneranda Imagen
de Nuestra Señora de El Buen Suceso, realizar constantes y grandiosos
prodigios, desde su confección hechas por manos angélicas, así como durante el
paso de los siglos. Y, estos portentos tendrían su máxima expresión,
precisamente en una época en la que la pérdida de la fe y la decadencia de las
costumbres habían embargado ya el alma de una gran cantidad de fieles en el
Ecuador y el mundo.
Tal
como lo revela el testimonio que da inicio a este artículo, el lector puede
encontrar más pormenores del tema en los siguientes post anteriores http://devotosvirgendelbuensuceso.org/grandiosoportento.html
y http://devotosvirgendelbuensuceso.org/Illos-tuos-misericordes.html) el
extraordinario portento acontecido en el año de 1941, es una prueba de las
muchas, del pleno cumplimiento de las promesas maternales de Nuestra Señora
de El Buen Suceso de que con su bendita Imagen llevaría a cabo
innumerables prodigios.
En
la declaración arriba expuesta es oportuno considerar algunos detalles
interesantes.
Así,
por ejemplo:
—
El testigo reconoce no haber conocido anteriormente la Imagen de Nuestra Señora
de El Buen Suceso, lo que lo exime de cualquier comentario de que ya iba
preparado para poder ver lo que luego él declara haber visto.
—
El testigo señala a una multitud de fieles que en medio de exclamaciones veían
algo que él no conseguía ver y que incluso estuvo a punto de desanimarse y
retirarse del recinto sagrado.
—
Afirma algo que encierra una prueba contundente: el cambio en el color de los
ojos de la Imagen y la posición de los mismos, originalmente en color verde
agua y mirando hacia abajo. Todos los testimonios refieren haberlos visto en
color azul y mirando hacia arriba y hacia el frente.
—
Las horas de los testimonios son enteramente diversas. El Milagro se dio
constantemente alrededor de las siete de la mañana hasta las tres de la
madrugada del día siguiente, 28 de julio.
Un
otro testigo señala lo siguiente:
"El día domingo 27 de julio, a las 4
y media de la tarde, concurrí al templo de la Concepción, de esta ciudad,
sabiendo que en esos momentos se obraba el prodigio en mención; subí hasta el
comulgatorio, lugar donde pude observar que la Sagrada Imagen tenía la mirada
normal, más después de un momento vi claramente que la mirada tomaba vida y la
dirigía hacia el Coro alto de la Iglesia, manteniéndose así durante algunos
segundos hasta volver a su estado normal. Esto lo vi por cuatro veces en el
espacio de una hora y media que permanecí en el templo, aclarando que este
fenómeno extraordinario se realizaba sin parpadeos".
Algo
más, las noticias de los diarios dieron cuenta de que los portentos de la
Sagrada Imagen no tendrían límites de tiempo. Los movimientos de los divinos ojos
de Nuestra Señora ya habían obrado buenos sucesos a inicios de 1941.
Un
sacerdote, de los tantos, que asistieron al prodigio, relata lo siguiente:
"No cabe duda de que la Santísima
Virgen tiene una predilección especial a nuestra Patria, particularmente a esta
ciudad, como lo ha manifestado con varios prodigios con los que ha favorecido
desde la Colonia hasta estos últimos tiempos, siendo uno de ellos el que
aconteció en la Iglesia de la Concepción, el 7 de febrero del año en curso.
“Como se acostumbra, todos los años, se
saca la Imagen de la Santísima Virgen de El Buen Suceso del Coro de las
religiosas al templo, para rendirle culto público con novena y fiesta el 2 de
febrero, fiesta titular del Monasterio de Conceptas. Terminada que fue, quedó expuesta
a la veneración de los fieles por unos días más.
“El día viernes, 7 de febrero, por la
tarde cuando subía yo al púlpito para comenzar la distribución, dirigí mi
mirada hacia la imagen de la Santísima Virgen de El Buen Suceso, manifestándole
la intención por la que iba a rezar el rosario. Cuál mi sorpresa al notar que
tenía completamente abiertos los ojos que la Imagen los tiene con la mirada
hacia abajo, casi cerrados, y con un semblante de bondad y dulzura.
“Al principio creí que era una ilusión óptica
la mía y principié el rezo con la cara vuelta hacia al centro de la Iglesia,
para que me oyeran mejor las religiosas y los devotos.
“Terminado el rosario y el canto de las
Letanías, volví a ver a la Imagen y me cercioré de que no era una ilusión mía, sino
una realidad lo que veía: los ojos permanecían bien abiertos y su mirar era de
frente.
“No dije nada a las personas que se
encontraban en el templo, a pesar de la profunda emoción que embargaba mi
espíritu, porque temía que fuera ilusión lo que había visto, y me encaminé a mi
casa.
“Al día siguiente, regresé a la Iglesia y
me encontré con la novedad de que algunas personas habían visto a la Virgen
Santísima de El Buen Suceso con los ojos abiertos. Poco después me encontré con
el Reverendísimo Señor Canónigo Teologal de la catedral de Loja, doctor don
Benjamín Ayora, quien me dijo: "La Santísima Virgen está con los ojos
abiertos, venga y vea". Le contesté que ya los había visto así ayer por la
tarde.
“Después, luego del traslado de la Sagrada
Imagen al coro de las religiosas, le pregunté a la madre sacristana si habían
visto a la Virgen Santísima con los ojos abiertos; me respondió que sí y que
varias madres más también notaron una transformación en el rostro de la bendita
Imagen".
¿Qué
motivos tuvo la Santísima Virgen para obrar todas esas maravillas?
Se
podría decir que en medio de la confusión que en ese tiempo comenzaba a dominar
la tierra, se abrieron los Cielos y la Virgen se manifestó para por medio de
este milagro recordar a los hombres las verdades de fe y de moral.
Verdades austeras, pero verdades ricas en promesas de salvación, pues pese a
que la situación moral del mundo atrae las amenazas de Dios y continúan a
flotar sobre los hombres, la protección de la Virgen jamás abandonará a la Iglesia
y sus verdaderos hijos.
En
medio de los días funestos que atraviesa la civilización católica, invoquemos a
la Santísima Virgen, como Madre de El Buen Suceso, para que apresure el camino
de luz que nos conduzca, en medios da las tinieblas, a su Divino y Adorado
Hijo.
¡Nuestra
Señora de El Buen Suceso, ruega por nosotros!
Notas: 1, 2, 3, 4, y 5: Vida Admirable de
la Madre Mariana de Jesús Torres.- Padre Manoel de Souza Pereira, Tomo II
25 años de la Coronación Canónica de Nuestra Señora de El Buen Suceso
No hay comentarios:
Publicar un comentario